domingo, 8 de julio de 2007

Ruido y escombros en Sants.

Ruido y escombros en Sants · ELPAÍS.com

Barcelona-Sants será "la estación del futuro" una vez finalicen las obras de remodelación y ampliación que la preparan para la llegada del AVE. Así lo afirman los carteles y folletos informativos del Ministerio de Fomento, que muestran imágenes del hipotético resultado: un edificio moderno, sofisticado e innovador. El presente, sin embargo, es menos paradisíaco, y el ruido y el polvo de los trabajos provocan las protestas de muchos vecinos y comerciantes de la zona.

Las obras han invadido el barrio: comienzan en la propia estación, en la plaza de los Països Catalans, siguen detrás del edificio, en la plaza de Joan Peiró, y se extienden por el paseo de Sant Antoni y la calle de Antoni de Capmany. Por todas partes, el suelo está levantado y las vallas dificultan el paso de vehículos y peatones. "Esto es zona catastrófica", dice Anna, de 40 años, dueña de un estanco en la plaza de Joan Peiró. Tanto ella como el resto de comerciantes -la mayoría restauradores - afirman que la llegada de los obreros ha beneficiado a sus negocios. "Pero yo también soy vecino", dice el propietario de un restaurante de Joan Peiró. "No me dejan dormir. A las cuatro de la mañana siguen descargando camiones".

Los vecinos se quejan, sobre todo, del ruido. "Esto es inhumano, no saben lo que estamos viviendo. Las obras duran todo el día y toda la noche", asegura Pilar, de 42 años. Vive en la calle de Capmany, una de las más perjudicadas: allí, las grúas y las excavadoras trabajan a muy pocos metros de las viviendas. "Yo me he tenido que ir a dormir a la cocina por culpa del ruido, y si pudiera me iba a un albergue. En casa ya no puedo estar", dice Korominas, pintor de 47 años. "Me voy cada tarde a pintar a un parque, porque aquí es imposible concentrarse", afirma. "Hemos escrito cartas al Ayuntamiento para quejarnos y no nos hacen caso", dice Javier, de 42 años, otro vecino.

Diálogo

Fuentes del Ayuntamiento explican que "las obras que se realizan por la noche no pueden hacerse en ningún otro momento, ya que hay que compatibilizarlas con los horarios de los trenes". Para tratar de resolver los conflictos, los representantes municipales y los encargados de la obra se reúnen cada semana con las asociaciones de vecinos para tratar de resolver las principales molestias. Alfredo Martínez, presidente de la Asociación de vecinos Badal-Brasil-Bordeta, asegura que en estas reuniones semanales se proponen soluciones y medidas para mejorar las condiciones de vida de los vecinos. "El gran problema es sin duda el ruido nocturno, porque es constante y llevan meses sufriéndolo", explica. La empresa que ejecuta la obra, ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias), asegura que "en todo momento" ha atendido las quejas de los vecinos para tomar medidas que minimicen las molestias. Así, se han colocado mamparas acústicas para suavizar el ruido de las obras.

Pero no todos los vecinos están descontentos. Un jubilado que no quiere dar su nombre contempla el trabajo de los obreros en la calle de Vallespir. Ha vivido toda su vida en el barrio, y se muestra satisfecho: "Las obras van a dejar la zona mucho mejor de lo que está, pero está claro que es imposible hacerlas sin molestar a nadie", dice. "Van a renovar el barrio completamente, y para mejor, así que hay que aguantarse un poco". Otro vecino (que también prefiere ocultar su nombre) sostiene que "las obras son positivas". Con 58 años, vive en la calle de Antoni de Capmany desde hace 36: "Si queremos que el barrio sea más moderno, los trabajos son necesarios. Si fuera por los vecinos nunca se haría nada", asegura.

La llegada del AVE a Barcelona está prevista para finales de este año. Entonces terminarán los dolores de cabeza de los vecinos, aunque para algunos los problemas sólo acabarán de empezar. Mercè tiene una floristería en la calle de Vallespir y se enfrenta a la expropiación. "Tengo 53 años y con el dinero que me darán no podré montar otro negocio". Para ella, la modernización del barrio no es positiva: "Van a tirar una casa del siglo XIX y van a dejarnos un barrio que podría ser de Nueva York, sin personalidad".

La entrada principal de la estación de Sants (del lado de la plaza de los Països Catalans) parece un rompecabezas inacabado cuyas piezas no encajarán jamás. En el carril situado enfrente del edificio confluyen autobuses urbanos, taxis, vehículos particulares, motos, furgonetas, los camiones que trabajan en las obras y el bus turístico.

El caos se debe en buena parte a las obras de ampliación de la estación ferroviaria: el paseo de Sant Antoni está cortado del lado mar, junto al parque de la Espanya Industrial. Allí hay un socavón enorme, que en el futuro albergará un aparcamiento con capacidad para 1.074 vehículos, por lo que los coches deben rodear el edificio para llegar a la entrada de Sants. Incluso los peatones, que deben sortear las obras y los vehículos, lo tienen difícil para acceder a la estación.

Pero los problemas no siempre tienen una única causa y para algunos, los trabajos de los obreros no son la principal molestia. Francisco, de 41 años, es conductor de autobús y asegura que las obras no les "afectan demasiado. El problema es con los taxistas que se paran y dejan o recogen a los pasajeros, cuando saben que este carril" está reservado para los autobuses, dice. A su lado, un cartel avisa a los taxis de que tienen prohibido detenerse frente a la estación: "La parada se ha trasladado a la plaza de Joan Peiró [parte de atrás de la estación]". Un minuto después, un taxi entra en el carril y se detiene rápidamente entre los dos autobuses allí estacionados para dejar a unos clientes. Francisco y otro conductor observan la escena y menean la cabeza con desaprobación: "¡Lo ves!", exclama, "¡esto es la ley de la selva!".

Los taxistas tampoco están contentos: "Esto está fatal, y nos está afectando a todos. Antes teníamos la parada delante de la estación, pero ahora por la obra tenemos que ir detrás, y para eso hay que dar mucho rodeo. Y los clientes se quejan", dice José, un taxista de 52 años. Para Assumpta, taxista de 45 años, "los pasajeros que quieren tomar un taxi son los más perjudicados, porque normalmente salen por la entrada principal de Sants y allí no estamos estacionados".

De momento, la Guardia Urbana se limita "a meter bronca" a los taxistas que se paran donde no les toca, según explica Juan Manuel, taxista de 44 años. "Este carril está bastante mal para todos, pero parece que nosotros somos los malos de la película", dice. Pero los taxistas no son los únicos que se detienen donde no les toca. De vez en cuando, también se paran vehículos particulares para descargar maletas y demás equipaje. Todos quieren un lugar en el estrecho carril, y el resultado es un caos circulatorio.

Las obras de la estación han provocado otros cortes de tráfico en el barrio de Sants. Así, los trabajos de la plaza de Joan Peiró han obligado a cerrar el acceso a la calle de Santa Caterina, aunque los coches pueden acceder a ella desde la calle de Galileu.

Algunos conductores se quejan: "Continuamente hay alguna calle cortada o un camión de las obras impidiendo el paso, y el Ayuntamiento no nos informa de los cambios", dice un conductor

. Consultado repetidas veces, el Ayuntamiento no facilita información del historial de las calles cortadas. Pero muchos no están de acuerdo: varios conductores comparten que los diferentes cambios de sentido y los cortes de calles están bien señalizados. Y a otros la situación les ha beneficiado: "A mí me va muy bien que la calle de Santa Caterina esté cortada", afirma Cayetano, transportista de 32 años, mientras descarga sin prisas su camioneta. Para él, el problema de estas obras no es el tráfico, sino la grava que provocan. "Yo suelo ir en moto y alguna vez he estado a punto de caerme por culpa de la grava. Y yo no veo que pase ninguna máquina para quitarla", afirma.