domingo, 13 de enero de 2008

Por un Carnaval ’dulce’...

Diario de Avisos - domingo 13 de enero de 2008

Acabamos de terminar las Navidades y Santa Cruz de Tenerife ya está hechizada por el Carnaval. Y decimos bien, porque la magia es este año el motivo de la fiesta chicharrera por antonomasia. Mañana comienzan los actos, con la presentación de las candidatas a los distintos reinados. Como todos los años, son miles las personas que llevan meses preparándose para dar lo mejor de sí en los distintos concursos, galas y desfiles previstos; miles de personas que integran el auténtico sostén de esta fiesta: los grupos del Carnaval (murgas, rondallas, agrupaciones musicales y coreográficas, comparsas...). Y muchos miles más quienes, de forma espontánea, se suman a la fiesta con disfraces que son tantos como la mente humana pueda imaginar. Atrás quedaron tiempos de una tradición que llegó a estar prohibida en el franquismo, y que tuvo que llamarse eufemisticamente Fiestas de Invierno para sortear las restricciones de ese régimen dictatorial afortunadamente superadas desde hace treinta años. Es decir, que el Carnaval tuvo también mucho de desafío a las autoridades de la dictadura, un mérito más en el haber de una fiesta declarada de Interés Turístico Internacional.

Entre los avatares de esta tradición está también el litigio judicial que hace dos años un grupo de vecinos del centro de la ciudad plantearon contra el Ayuntamiento de la capital tinerfeña por considerar excesivos los ruidos de los actos nocturnos del Carnaval. El contencioso llegó al punto de que, en 2006, la celebración de la fiesta estuvo pendiente de la decisión de los tribunales, poniendo así un inaudito suspense a esta tradición multitudinaria. Los jueces desestimaron la suspensión de los actos nocturnos, por el interés general de la fiesta, pero también establecieron la necesidad de que el Ayuntamiento adoptara medidas para mitigar las molestias por el ruido a estos vecinos, en un difícil intento de congeniar el derecho al descanso de unos y el de otros a divertirse sanamente en una fiesta tradicional como ésta. En medio de este conflicto, el Parlamento de Canarias aprobó el pasado año una modificación de la legislación autonómica para que se pudieran celebrar fiestas de esta importancia sin necesidad de autorizaciones especiales y sin que los ayuntamientos tuvieran que respetar los niveles máximos de ruido que establece la normativa vigente con carácter general en actos celebrados al aire libre. Los vecinos, aun así, siguieron dispuestos a agotar todas las vías judiciales a su alcance. Si el pasado año no fue posible un acuerdo entre Ayuntamiento y vecinos, en el actual la situación ha cambiado radicalmente. Esta misma semana el primer teniente de alcalde, Ángel Llanos, y la concejal de Fiestas, Maribel Oñate, han llegado a un acuerdo con el abogado de los vecinos, Felipe Campos, que, al menos este año, pone fin al conflicto. La foto de Llanos y de Campos dándose la mano puede convertirse en uno de los iconos de este Carnaval, visto el enfrentamiento habido en años anteriores. No falta quien considera que los vecinos, con el citado cambio en la ley, tienen ya muy difícil continuar su batalla en los tribunales, y que eso resta valor al acuerdo anunciado esta semana. Pero sea como fuere, un cierto espíritu conciliador y de diálogo se ha impuesto este año entre Ayuntamiento y afectados, que se ha traducido en la adopción de una serie de medidas para mitigar el ruido, sin que eso suponga trasladar el Carnaval del centro de la ciudad.

Parece empresa harto complicada ponerle puertas al campo de una fiesta de esta raigambre, aunque está por ver qué efecto tendrán estas medidas para unos y para otros, y para la propia identidad de esta fiesta. Llanos se ha comprometido además a trasladar al muelle el Carnaval nocturno, una vez que la Autoridad Portuaria libere de contenedores la terminal de Cabo Llanos. Para ese lugar esta planificado por el Ayuntamiento y la Autoridad Portuaria la ubicación de un gran espacio para la celebración de eventos. Se trata de un debate, el de este traslado, que sólo acaba de comenzar y que promete también mucha controversia. Lo que sí parece un acierto, siempre que haga buen tiempo, es el emplazamiento elegido para los concursos y las galas, el aparcamiento del Parque Marítimo, donde el público tendrá, desde una enorme grada con capacidad para 9.000 personas, una vista impresionante en la que destacan el Palmetum, las piscinas del Parque Marítimo César Manrique, el Auditorio, los rascacielos de Cabo Llanos y, al fondo de la ciudad y el puerto, la cordillera de Anaga.

Otro aspecto de la fiesta de este año es el regreso, como director de la Gala de la Reina pero también como asesor artístico, del prestigioso director teatral Jaime Azpilicueta, con quien el Ayuntamiento intenta hacer una apuesta segura para superar el fiasco de la Gala del pasado año dirigida por el bailaor Rafael Amargo, que no comprendió el espíritu participativo y popular -que no populachero- del Carnaval capitalino. Azpilicueta promete sorpresas y algunas innovaciones, pero el guión del espectáculo demuestra el retorno a la concepción clásica de la Gala, más popular y participativa, con todos los grupos del Carnaval. A todos estos ingredientes hay que sumar un factor para nada baladí: la actividad económica que mueve la fiesta de la mascarita en torno al sector comercial y del ocio en la capital tinerfeña. Con estos mimbres empieza una celebración que deseamos transcurra con normalidad y seguridad, algo que, por otra parte, constituye, desde luego, una de las señas de identidad del Carnaval chicharrero. A dejarnos hechizar, pues.